Las ciudades inteligentes
Las smart cities ya están maduras. Las ciudades se convierten en grandes laboratorios de innovación y tecnología. Quizás el mundo del futuro no será un mundo de países, ni siquiera de regiones. Como la antigua Grecia, tal vez el mundo que viene es un mundo de ciudades inteligentes.
Hace unos años publiqué un artículo sobre las oportunidades en las ciudades emergentes y en las desarrolladas, y hacia dónde debería tender su desarrollo. El principio básico era estructurar el balance correcto para un desarrollo armónico y sustentable que diera respuesta a todos los niveles sociales de las ciudades. En esa oportunidad, Santiago aparecía como una ciudad en período de estructuración y con un foco de crecimiento importante en todos los nveles.
Ahora, una startup, EasyPark, dedicada a optimización de datos de calidad de vida, infraestructura y capacidad de sustentación en 500 ciudades del mundo desarrollado y en vías de desarrollo, ha hecho público su Smart City Index 2017, un completísimo estudio sobre las ciudades más preparadas para el futuro. La investigación analiza 500 urbes evaluando 19 categorías: eficiencia en el control del tráfico, parking inteligente, energía limpia, tratamiento de residuos, educación, ecosistema emprendedor, extensión de WiFi, digitalización de los servicios públicos, edificación inteligente, urbanismo, participación ciudadana, calidad de vida, acceso 4G y protección del medio ambiente, entre otros. Santiago queda en el lugar 95, por debajo de Sao Paulo (80) y de Río de Janeiro (86), pero ligeramente mejor situada que Buenos Aires (96) y Ciudad de México (100).
Este ranking constituye uno de los trabajos de mayor profundidad realizados últimamente sobre el tema de las smart cities, elaborado a partir de más de 20.000 entrevistas a agentes públicos y privados de las ciudades analizadas. ¿Pero cómo definimos una ciudad inteligente (Smart City)?
Una ciudad inteligente debe ser fuertemente digitalizada, con penetración de red 4G, preparada para la 5G, con una alta densidad de puntos WiFi, con un muy elevado ratio de uso de telefonía móvil (Internet de las Cosas). Pero también debe ser una ciudad sostenible con extensión de energías renovables, con un grado cultural alto para las presentes y futuras generaciones e inmersa en un sistema de tráfico controlado por datos, inteligente y optimizado. Una ciudad inteligente debe estar orientada al desarrollo de un ecosistema empresarial innovador y global, con elevada calidad de vida, y con la existencia de un marco institucional y político que potencie la innovación y el desarrollo tecnológico
La ciudad más inteligente del mundo es Copenhague, seguida de Singapur y de Estocolmo. La capital de Dinamarca destaca por su vibrante ecosistema de startups, su escasa congestión de tráfico y su propuesta de convertirse en ciudad totalmente libre de CO2 en 2025. Singapur cuenta con una de las redes públicas de transporte más eficientes del mundo. Estocolmo se caracteriza por el uso de las energías limpias, en un país (Suecia) que ya se alimenta de energías renovables en más del 50%. Entre las 10 primeras ciudades del ranking hay cinco europeas (Copenhague, Estocolmo, Zurich, Amsterdam, y Ginebra), dos asiáticas (Singapur y Tokio), dos estadounidenses (San Francisco y Boston), y una de australiana (Melbourne).
Europa queda en una muy buena situación, dado que sus gobernantes desde hace años se han preocupado de mantener un crecimiento y desarrollo sostenible, con adecuados planes de urbanización, considerando el desarrollo social y de negocios, especialmente los países del norte, que hace tiempo que trabajan en su renovado contrato social: los gobiernos disponen las condiciones de contorno idóneas para la innovación y el desarrollo tecnológico (fiscalidad, incentivos, legislación favorable y estrategia a largo plazo), y los agentes privados crecen, generan ecosistemas y crean empleo de calidad. Asia crece y reconfigura el mapa mundial de la innovación, con una brutal apuesta por el desarrollo tecnológico: la zona de Tokio es la más intensiva en la creación de patentes (94.000 patentes registradas entre 2010 y 2015). Las emergentes ciudades asiáticas son claramente “techies”, es decir, tecnológicamente avanzadas y con una demanda ciudadana muy sofisticada y exigente en nuevas tecnologías. Mientras, en Estados Unidos, San Francisco y Boston siguen liderando la innovación del país. E incluso en la América de Trump existen planes estratégicos para conseguir que California y Massachussets se alimenten totalmente de energías renovables hacia 2050.
¿Dónde nos quedamos nosotros, en Chile y en la región? En los puestos últimos. De las 100 primeras ciudades, las dos primeras, Sao Paulo y Rio de Janeiro, apenas superan a Bucarest o Atenas, y en nuestro caso, Santiago supera por poco a Buenos Aires, Ciudad de México o Riyad, en Arabia Saudita.
¿Hacia dónde debemos ir en Chile? Creo sinceramente que estamos a tiempo, pero hay un esfuerzo muy grande que debemos acometer. No todos son mensajes de parques o de calles nuevas, eso es bueno en el momento, pero no ayuda al desarrollo futuro de una ciudad que se precia de ser un espejo donde se miran otras urbes en la región.
Para que Santiago sea realmente una ciudad del futuro, hay que considerar entre muchos actores, que ésta es un increíble ecosistema vivo y dinámico, con agentes públicos y privados que interactúan y generan valor económico, social y cultural (emprendedores, empresas, instituciones públicas, ciudadanos, consumidores, universidades, centros de investigación, living labs, laboratorios de fabricación (fablabs), incubadoras, aceleradoras, infraestructuras singulares y emblemáticas, centros culturales …). La extensión de la digitalización, la internet de las cosas y el big data permiten que emerjan capas superiores de inteligencia que optimicen esta dinámica y conviertan la ciudad en un eficiente sistema productivo e innovador, atractor de talento y generador de bienestar.
Grandes mega-urbes están surgiendo en el mundo, en un proceso acelerado de urbanización; 65 millones de personas migran cada año del campo a las ciudades en todo el mundo (principalmente en Asia), convirtiéndose instantáneamente en ciudadanos y consumidores de estándares globales (con acceso a internet, servicios financieros, educación, y salud). Las smart cities ya están maduras. Las ciudades se convierten en grandes laboratorios de innovación y tecnología. Quizás el mundo del futuro no será un mundo de países, ni siquiera de regiones. Como la antigua Grecia, tal vez el mundo que viene es un mundo de ciudades inteligentes.
Rafael Ruano, consultor de empresas
Columna de opinión en El Libero – Publicada el 17.12.2017
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