Humanos vs. Inteligencia Artificial
¿Podemos convivir humanos y máquinas? ¿Neuronas y nanochips? La respuesta es sí, pero hay que ponerse las pilas. En los últimos años cientos de estudios han certificado la necesidad de que empresas de todos los sectores, incluidos sus empleados, vivan una auténtica revolución tecnológica. Es probable que diga algo obvio, pero es necesario que se establezca con urgencia el hecho de que el mundo está cambiando y rápidamente. La Cuarta Revolución Industrial está borrando las líneas entre el mundo real y el tecnológico y desafiando lo que significa ser humano. Y en Chile no seremos ajenos a esto.
La forma en que las personas experimentarán el trabajo se verá afectada, ya sean nuevos modelos operativos que desafían la jerarquía, nuevos modelos de carrera que permiten diferentes experiencias, un lugar de trabajo sin fronteras que permite recursos flexibles, hiper personalización en el lugar de trabajo o la necesidad de cerrar una creciente brecha de habilidades a través de una cultura de aprendizaje permanente. Ante esta situación, muchas empresas se encuentran con que el principal problema de esta transformación digital necesaria está en sus recursos humanos: muchos perfiles hasta ahora imprescindibles en las empresas se ven incapaces de adaptarse a este entorno tan volátil y las máquinas se convierten en sus peores enemigos. Parte de esta transformación pasa por empleos muy especializados, algunos de los cuales son muy dificiles de conseguir por la falta de competencias digitales necesarias para cumplir esas funciones. En la Unión Europea se estima ya que faltan un millón y medio de estos puestos.
A la hora de realizar sus procesos de selección, las empresas saben que los conocimientos técnicos sí son imprescindibles, pero las habilidades personales para saber gestionarlos lo son todavía más.
La justificación de muchos puestos de trabajo cotidianos es cada vez más débil al tiempo que se despliegan drones, coches autónomos o asistentes por voz capaces de desempeñar las labores que hasta ahora solo podían realizar las personas. Y aunque la capacitación continua y el reciclaje laboral son dos de los mantras que más se repiten en cualquier tipo de organización, lo cierto es que las principales empresas tecnológicas del mundo están haciendo su propio back to the basics. Es decir, a la hora de realizar sus procesos de selección, saben que los conocimientos técnicos sí son imprescindibles, pero las habilidades personales para saber gestionarlos lo son todavía más.
Estas habilidades trasversales se vinculan a la que se conoce como inteligencia emocional. El objetivo de este tipo de inteligencia es conseguir en cualquier decisión un equilibrio real entre la parte racional (la que nos ayuda a analizar, evaluar y calcular) y la parte emocional (la que incluye sensaciones y sentimientos). Uno de los libros que recomiendo leer es Inteligencia Emocional del psicólogo y periodista Daniel Goleman. Una de sus definiciones es que “la inteligencia emocional consiste en gestionar de forma eficaz nuestras emociones, motivarnos a nosotros mismos, reconocer las emociones en los demás y establecer relaciones positivas con otras personas”.
Entre las principales cualidades que se miden para diferenciar al buen trabajador del buen profesional están la empatía, el liderazgo, la gestión del cambio y las habilidades comunicativas. En conclusión: las empresas quieren líderes que puedan persuadir y apoyar a sus compañeros a través de los sentimientos.
Las habilidades transversales comprenden factores de la inteligencia emocional y otros más puramente ligados a los recursos humanos como el trabajo en equipo, la flexibilidad o estar comprometidos con los proyectos y empresas en los que se vaya a trabajar.
Podemos ver ya colegios a nivel mundial, sobre todo en Europa, que son pioneros en la implantación de conocimientos tecnológicos y ya imparten clases de programación o robótica para que a una temprana edad los niños sean capaces de realizar sistemas sencillos. También ya hay colegios y universidades que se replantean sus programas para seguir incentivando las áreas más tecnológicas pero con las miras puestas en inculcar también otro tipo de valores que son (y serán) cada vez más necesarios en el mercado laboral. Estos valores se entroncan dentro de las habilidades transversales (también conocidas como soft skills en inglés), que son las grandes ausentes en muchas etapas curriculares. Comprenden factores de la inteligencia emocional y otros más puramente ligados a los recursos humanos como el trabajo en equipo, la flexibilidad o estar comprometidos con los proyectos y empresas en los que se vaya a trabajar.
En mi experiencia en Chile, buscando nuevos talentos he podido comprobar que estos aspectos no están completamente desarrollados en la mayoría de los perfiles de profesionales con los que tuve contacto, precisamente por que nunca los recibieron en su etapa educativa. Nos queda una larga tarea a corto plazo (compaginar humanos y maquinas), con otra a medio y largo plazo (cambios en las mallas curriculares), que son desafíos sociales, económicos y también políticos.
Rafael Ruano, asesor de empresas
Columna de opinión en El Libero – Publicada el 07.10.2018
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