Innovación, conocimiento y oportunidades
Se vienen muchos cambios en materia de innovación y revolución 4.0, con sus efectos negativos y también positivos para los trabajadores actuales y futuros en el país y la urgente necesidad de crear un plan de choque en capacitación de nuevas tecnologías. ¿Estamos preparados para lidiar con el futuro próximo? ¿Qué hemos hecho para fomentar el conocimiento futuro, para innovar y crear crecimiento en el país? Realmente muy poco.
Estaba leyendo, con cierto grado de envidia, que países muchísimo más pequeños que Chile, como es el caso de Estonia (1,3 millones de habitantes y 29.500 dólares de renta per cápita), están en una frenética carrera por convertirse en países tremendamente digitalizados y para eso buscan atraer no solo a los nacionales, sino a cualquier persona extranjera que pueda aportar algo en esta revolución industrial. Su emergente sector tecnológico se multiplica, las start-up también y ya han conseguido cuatro “unicornios” (start-up evaluadas por encima de los 1.000 millones de dólares), la más conocida de las cuales es Skype, hoy propiedad de Microsoft.
El gobierno y las empresas trabajan conjuntamente para que este movimiento migratorio que crea y creará muchas oportunidades en el futuro digital se potencie. De hecho, apoyan esta inmigración creando medios que faciliten la instalación de extranjeros en el país. Cualquiera que tenga una idea innovadora y quiera ir a Estonia y crear una empresa, tendrá todas las facilidades. Hacerlo le tomará ¡dos días!
En los colegios e institutos se alienta a los niños para que piensen en cosas y temas que les gustaría crear en el futuro muy cercano. Aquí los chicos, en vez de querer ser futbolistas, quieren crear una start-up… ojalá pasara esto en nuestro país.
¿Cuál es aquí la moraleja? Sin formación primaria sobre el entorno tecnológico y digital en el que van a vivir las futuras generaciones -y también los que no somos tan jóvenes- y sin formación a las personas que pueden verse afectadas por el cambio tecnológico en las empresas, no vamos a ningún sitio. Sin conocimiento no hay inversión efectiva ni oportunidades de desarrollo ni crecimiento del estado del bienestar. Y ese es uno de los focos mayores de crecimiento de la desigualdad entre personas.
La pregunta obligada es ¿qué hacemos en Chile? ¿En qué ha cambiado la enseñanza en los colegios e institutos, en las universidades? Creo que en nada. Somos un país que basa gran parte del crecimiento en las materias primas y en la inversión, pero poco en el conocimiento. Si realmente queremos crecer de forma sustentable, generando las mismas oportunidades para todos y ser los paladines tecnológicos en la región, urge crear un plan nacional que apoye el conocimiento desde la escala más básica, que fomente al mismo tiempo la “importación” de talentos que promuevan más emprendimientos tecnológicos de los que tenemos. Este plan debe fomentar que los emprendedores chilenos que quieren desarrollar una start-up tecnológica no terminen marchándose a otros países para crearlas.
Stan Metcalf, junto con otros economistas, hizo un muy interesante ensayo -que después se demostró en la práctica- en el que relacionó el crecimiento de una economía con el crecimiento del conocimiento en general y el conocimiento práctico en particular. Esto es totalmente válido a nivel macro y a nivel empresarial. Ya sucede en otros países. ¿Por qué no en Chile?
El crecimiento económico de los países se basa, cada vez más, en recursos que difieren ampliamente de los tradicionales. La tecnología, la información, el aprendizaje, las capacidades y experiencia de los trabajadores, la cooperación, la formación de redes, entre otros, son factores cada vez más importantes dentro de los procesos de producción, confiriendo una ventaja competitiva a las empresas localizadas en aquellas zonas geográficas que disponen de estos recursos. Chile debe ser capaz de adoptar estrategias que refuercen el acceso a estos recursos, sean propios o importados, insertándose de esta forma en la economía digital.
Rafael Ruano, asesor de empresas
Columna de opinión en El Libero – Publicada el 23.09.2018
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