¿La Cuarta Revolución Industrial: ¿quimera o realidad?
Por Rafael Ruano (*)
Ya lo predijo el Foro Económico Mundial de Davos a principios de 2016: estamos ante la Cuarta Revolución Industrial. En este sentido hay predicciones para todos los gustos, desde que para el año 2020 desaparecerán 5,1 millones puestos de trabajo en los países industrializados al ser reemplazados por robots según los economistas. O el estudio de Michael Osborne, Carl Frey y Jeremy Bowles, quienes son aún más pesimistas. Así como el análisis de la OCDE en el que las cifras laborales bajan sustancialmente.
Considerando estas predicciones veamos primero que sucedió en las anteriores revoluciones industriales. La Primera Revolución permitió elevar el nivel de vida de los países que aprovecharon las nuevas tecnologías logrando cambios sociales, económicos y productivos. Sin embargo, en el corto plazo, con mayor o menor efecto, hubo una sustitución de máquinas por personas que hacían trabajos manuales con un neto resultante de menos puestos de trabajo.
Este efecto fue mínimo en la Segunda Revolución, donde la producción en serie y el uso de sistemas eléctricos y químicos elevó las necesidades del ser humano, con lo cual el efecto final fue una mayor cantidad de fábricas y por tanto de más puestos de trabajo. Mientras que la Tercera Revlución incorporó la microelectrónica, la tecnología de la información para automatizar la producción y los sistemas de control numérico e interconectados, lo cual eliminó puestos de bajo nivel técnico, pero elevó las necesidades de trabajadores especializados para la creación y el control de estos sistemas. En esta revolución ya se empezó a notar el desempleo en áreas como la agricultura y la producción en general.
Hoy la interrogante sobre el efecto de la Cuarta Revolución Industrial, tanto en el mundo como en Chile es un tema. Creo que el punto de partida nace en la necesidad de hacer más eficiente y productivo los procesos actuales, así como la creación de nuevas formas de comunicación y entrega de productos y servicios. Es ahí donde tienen protagonismo: el internet de las cosas, la revolución digital y el desarrollo de la inteligencia artificial, entre otros. No hablo de cosas ultra futuristas. Podemos usar a Amazon de ejemplo y los sistemas logísticos de sus bodegas en Estados Unidos, donde la mayor parte del trabajo los hacen 3.500 o más kivas, robots que ya han sustituido de forma eficiente y productiva a empleados del gigante americano. La pregunta del millón es: ¿cuánto tardará esto en llegar a Chile?
De acuerdo con las cifras del WEF de Davos 2016, lo que si está claro es que 5,1 millones de puestos de trabajo en los países industrializados serán reemplazados en la Cuarta Revolución Industrial por máquinas y sistemas, mientras que casi un millón de nuevos puestos serán requeridos. El estudio de Frey, Osborne y Bowles, específicamente sobre el mercado en Estados Unidos, concluye que hay un 47% de puestos de trabajo en riesgo por la automatización. Si nos vamos al extremo opuesto, el promedio de países de la OCDE -donde está Chile- habla de un 9% de pérdida de puestos de trabajo.
Los “nuevos puestos de trabajo” pasarán por la especialización en sistemas, comercial y marketing para absorber y crear nuevos modelos digitales y automáticos. Habrá una polarización de estos nuevos trabajos en pocas especializaciones, donde la tendencia será cambiar los trabajos repetitivos por otros de mayor creatividad e innovación.
¿Cómo queda Chile en este estudio? Primero debido al nivel de productividad existente, la automatización es un riesgo presente. Además que Chile refleje US$ 28 de ingreso por hora trabajada, independiente de si está por encima o por debajo de las cifras de países de la región en productividad nos debe hacer reflexionar sobre qué mercado laboral queremos en la Cuarta Revolución Industrial.
Chile tiene uno de los porcentajes más altos entre los países de la OCDE de gasto en educación, 5,5% (siendo la media 5,2% según cifras del año 2013), sin embargo tenemos una importante fuerza laboral que no ha terminado el colegio y uno de los porcentajes peores de la OCDE de jóvenes NiNi (jóvenes que no tienen ni estudios ni empleo), el 18,8% comparado con una media del 15,7%. Todo esto afecta el desempeño país en la Cuarta Revolución Industrial. Esta es una foto del gran problema que podemos tener a nivel país donde la evolución de la clase trabajadora hacia niveles de mayor formación es todo un reto.
Mi visión es que el futuro estará en ser proveedores de personas con alto nivel de especialización y en la generación de vías de empleo en el sector no mercantil, allí donde la economía colaborativa puede tener su mayor grado de implementación. En el fondo donde generar ayuda recíproca, lazos de cohesión con comunidades locales e internacionales y donde las “Fabricas de Ideas” puedan existir para generar nuevos productos y formas de trabajo al sector comercial. Una realidad que estoy seguro mis hijas verán hacerse realidad.
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(*) Socio fundador de la consultora eVen Partners.